Se pelean y apuestan por interferir en nuestras decisiones. Nos empujan a tomar el rumbo que ellos desean según su ideología… me refiero, a ese ángel que me dicta en cada situación qué camino escoger… y al demonio que con astucia se vale de sus artimañas y de su buena publicidad para dejarme entender que algo que no está dentro de un patrón social… no necesariamente tiene que ser malo.
El primero me aconseja que debo contenerme ante mis impulsos, que debo esperar, ser paciente y no dejarme llevar por las emociones momentáneas. El segundo me señala con gran determinación, que me han regalado el libre albedrío para no sentirme mal, que tengo el poder de elegir y debo usarlo sin remordimientos, porque es un privilegio.
¡Es un dilema!, esas vocecitas retumban cada vez que quiero reprimirme ante algo que quiero hacer, que deseo probar. Me digo a mi misma que no debo porque está mal visto socialmente, pero luego me quiebro de dudas ante la idea de haber dejado ir algo que quería tener, algo que anhelaba tocar… y vuelve la lucha ante el cuestionamiento de lo qué es y no correcto.
Hay cosas que superan a las normas, a las advertencias, a las sugerencias y al mismo rol o etiqueta según actúes. Hablo del instinto, ese que nace de algo inexplicable que flota en nuestro interior y que ni la ciencia puede contradecir, más si importa la convicción de que hicimos algo porque así lo quisimos.
La vida está compuesta de situaciones que la sociedad misma ha querido etiquetar y juzgar según unos principios establecidos por alguien que algún día pensó que estaba mal y que había que corregirlo, pero que no tiene que ser precisamente así.
Probar algo que deseas, tocar algo que anhelas, involucrarte en una situación "reprochable" según los patrones de conductas sociales… es parte de la vida misma y a través de sus experiencias crecemos cuando entendemos que al final… debemos dejar de oír algunas voces y concentrarnos en la de nosotros mismos: ella nos dirá lo que nuestros instintos confirmarán.
Un abrazo!!!
AMR