Amor, te bendecimos y te maldecimos cuando llegas y te vas. Se nos olvidan las costuras y los remiendos que hemos hecho con el tiempo a un corazón maltratado, rechazado, herido u humillado, cuando te apareces sin aviso y nos devuelves la alegría de sonreír y de sentirnos como niños.
Nos sentamos allí y te recibimos de nuevo, pero de repente, una lágrima empieza asomarse y otra sigue su paso a un inesperado dolor que proviene de un lugar que tiene muchos nombres: alma, corazón, sentimientos, interior, en fin… lo que conjuga todas las emociones y son destrozadas y regocijadas por ellas mismas… Sí, LAS EMOCIONES.
Sí, cuando llega es maravilloso, nos hace perder la noción del tiempo y siempre creemos que es el apropiado el que ha llegado. Una corazonada nos invita a aceptar las nuevas cartas que nos juega la vida, pero que queremos ignorar por no aceptar una verdad que puede doler, pero que está ahí y debe asumirse… sí… SE HA IDO, pero seguimos insistiendo, con esperanzas de poder revivir lo que fue y ya no es.
Nos sentimos derrotados y desesperanzados cuando vuelve a desaparecer; y nos cuestionamos tanto que creemos que el problema está en nosotros, pero nos olvidamos que el asunto ha sido de dos, y que el dilema es seguir o no seguir, insistir o no insistir: uno de los dos lo dejará claro… al alejarse, al enfriarse, al decirte con el silencio que no puede ser.
Y aunque prefieras que las palabras no hubiesen sido mudas, que el valor se hubiese asomado a la cara del otro que decidió alejarse y se sentara de frente con sus propias palabras como cuando decidió conquistarte, ten la certeza de que no valía la pena y que una excusa para desear estar persiguiendo algo que huirá porque ha decidido no ser cómplice.
Si te sientes identificada, te aseguro que aquel que sea, no temerá un enfrentamiento, te mirará a los ojos y se sentará a tu lado cuando haya malas y buenas noticias, compartirá contigo una buena y una mala decisión… no sólo mirará de frente para invitarte a jactarse de ti en todo el sentido… lo hará cuando sea necesario sin importar tus impulsos y los resultados.
Amor, cuando llega lo bendecimos porque nos ha devuelto algo que habíamos perdido. Cuando se va, lo maldecimos, porque ha dejado una nueva cicatriz en nuestro corazón, pero cuando llega y se queda, todas esas heridas son medallas al mérito, al valor, por abrir siempre la puerta a algo que nos ha hecho derramar tantas lágrimas, que nos ha hecho perder el control, pero que nos hace volver a ser niños, y el símbolo de la niñez radica en la sonrisa constante y en la franqueza ante cuestionamientos.
Un abrazo,
Adelaida Martínez, AMR
Periodista