Hay una época inocente que todos recordamos: la de la niñez, esa donde la verdad sale de unos labios y un corazónsano sin malicia y, que hace sonreír a quien la recibe.
Ya de adultos, la cosa se complica, dejamos a un lado el ser auténticos por copiar patrones que nos bombardean por todas partes, incluso hasta en casa.
La vida empieza a centrarse en un consumismo material que nos hace descuidar el alma y el ser, que en definitiva es lo que permanece y se va contigo a todas partes.
El niño no desperdicia su tiempo en rencores, en venganzas ni chismes baratos, el olvida los altercados que ha tenido con algún amiguito y luego siguen su relación en paz, porque en su corazón no cabe la idea del sentimiento negativo, solo el de seguir adelante sin importar lo que haya pasado.
El niño ríe, el adulto se preocupa demasiado por cosas que tienen solución; el niño vive, el adulto se olvida de hacerlo aferrado a la idea de vivir trabajar y no viceversa; el niño sueña y vive de ilusiones, el adulto se olvida de soñar porque se ha vuelto poco tosco y gris...
Cómo conservar en esencia esa niñez que nos dio tantas risas, tantos amigos, tanta vida.
Un abrazo.
AMR