La insensibilidad del empresariado no sólo la vivimos los dominicanos, a los vecinos de haití (la masa pobre) le ha tocado la peor parte, la explotación salarial y otros elementos que encontrarán en este artílo que me ha impactado.
En Haití el salario mínimo por día es de sólo 70 gourdes (menos de dos dólares, o sea unos $68 pesos dominicanos) por lo que hay un proyecto de ley que propone elevarlo a 200 gourdes (menos de $5 dólares o unos $180 pesos), lo que ha levantado protestas del empresariado privado haitiano y pone en contexto la situación interna de esa nación.
El periódico haitiano AlterPresse publicó un largo reportaje, bajo la firma de Faubert Bolivar, en relación a la situación económica de Haití a propósito de un proyecto de ley tendente a elevar el salario mínimo en el vecino país lo que provocado la reacción contraria del empresariado privado, que se opone al incremento de 70 gourdes (menos de $2 dólares) a 200 gourdes (menos de $5 dólares).
En el reportaje se hacen comparaciones con la República Dominicana por lo que, al considerarlo de interés para la sociedad dominicana, ANTENA trascribe el reportaje de AlterPresse en una traducción libre de esta Redacción.
Por Faubert Bolivar(Tomado de AlterPresse )
PUERTO PRINCIPE, Haití.- Desde el 2003 el salario mínimo discernido a un obrero haitiano es de 70 gourdes por día (menos de 2 dólares americanos). En 2009, el Parlamento haitiano adopta una ley que lleva el salario mínimo a 200 gourdes bajo una proposición del diputado Steven Benoît.
Desde ahora queda en manos del Poder Ejecutivo la responsabilidad de publicar esta ley en el periódico oficial de República, Le Moniteur, para que esta sea efectiva. Entretanto, las asociaciones de los patrones como el ADIH y el CCIH movilizan toda su energía para prevenir que esta ley entre en vigor: ellos sostienen la idea que para conceder 200 gourdes (menos de 5 dólares americanos) de sueldo a un obrero haitiano después de un día de trabajo de ocho (8) horas se arriesgarían a llevar un ataque serio a la competitividad de la economía del país más pobre de la región.
El depósito en abril del 2007 de la proposición de ley para un aumento del salario mínimo por el diputado Steven Benoît constituyó, más que una medida importante, una manera para volver a poner en la alfombra el problema de la ruptura social a nombre de la cual el futuro de la nación haitiana se ve seriamente mermado: visto que nosotros estamos entre las desigualdades de todas las clases, las iniquidades asesinas y las injusticias alarmantes.
Los debates tan esperados no han tenido lugar, salvo algunas raras excepciones, las capas más desfavorecidas de la población haitiana mostraron una vez más que ellos no pueden ocupar el monopolio de la atención y la opinión pública con una forma de visita guiada, promesas políticas y quejas colectivas dirigidas por los pregoneros de los amos en el día de las muertos.
Se pensaba que la reciente adopción de esta ley por las dos cámaras iba a constituir una oportunidad soñada para integrarnos a nuestra tarea, a nuestra misión que es vigilar para que la equidad, como condición de mantenernos en vida sea el principio que guíe nuestras acciones, nuestras políticas y nuestras expectativas.
También, esperábamos ver surgir por todas partes proposiciones portadoras de valor y justicia social, con el objetivo de corregir las injusticias que nosotros deploramos. Pero, salvo algunas raras excepciones parece que todavía no esta claro para las personas de buena voluntad que no son las palabras sino las acciones que nos llevaran hacia eso que todos, aparentemente, llamamos nuestro deseo de progreso y desarrollo.
Se esperaba a que los contestación sostenida de la proposición de ley sobre el salario mínimo por los grupos de jefes hasta la conferencia de prensa de la Asociación de las Industrias de Haití (ADIH) en la fatal fecha del 13 de mayo de 2009 fuese el punto de partida de un levantamiento de indignación, de un estallido de enojo ante la exaltación de los jefes para dar un pequeño paso en por el sendero de la justicia social. Pero desafortunadamente, una vez más, nada ha sucedido o por lo menos, no mucho.
Es necesario, saludar aquí el valor de aquéllos y aquéllas que sostuvieron no tanto la proposición de ley, sino el simbólico aumento sustancial del sueldo de los obreros.
Yo pienso particularmente en el amigo poeta, Raoul Altidor, en la asociación Batay Ouvriyè y en un cierto Daniel Simidor cuyo artículo apareció en agosto del 2007 en AlterPresse y que está todavía de actualidad, aconsejó fuertemente a aquellos y aquellas que temen a las consecuencias del aumento, La ley HOPE y la necesidad de un salario mínimo digno en Haití.
El autor escribió lo que ahora les repito: “Pretender que un salario mínimo de 180 gourdes desanimaría la inversión extranjera es un argumento locuaz:La República Dominicana dónde el sueldo industrial es tres veces mayor que el de Haití, aumenta cada año su cuota preferencial en el mercado americano, a tal punto que compra a un vil precio una buena parte de la cuota haitiana en este esquema de zonas francas fronterizas... Más bien, por el contrario, lo que sería verdad es: un salario mínimo demasiado bajo desanima la inversión extranjera, mientras aumenta la inseguridad social”.
A pesar de las intervenciones de este tipo en la prensa, se debe notar que los obreros están bien solos en esta historia. Solos y a la merced de sus jefes y sus magos, los economistas.
Algunos economistas, de hecho, no titubearon en invocar el misterio de las cifras que solo ellos conocen para hacernos pensar que para dar 200 gourdes por día es algo insensato.
Sensatez, pero, desgraciadamente para estos economistas aquellos y aquellas que saben la historia saben que la sensatez no es su palabra, es un coro. El coro de una canción muy conocida que uno incluso ya nos habían cantado hace unos doscientos años.
Debe ser suerte o coincidencia que los jefes crean en los mismos dioses que los economistas.
Ellos intentan vendernos la ley sobre el salario mínimo como una caja de pandora, de donde saldrán todos los males de este país: la economía se debilitará (Como si estuviese tan fuerte hoy); los poseedores de fondos no vendrán a invertir más en Haití (como si lo estuviesen haciendo hoy); será necesario decir el adios a las ventajas de la ley de HOPE (como si nos estuviese beneficiando hoy); nuestro país no será más competitivo (como si lo fuera hoy donde el sector del subcontrato/deslocalización usa 25000 haitianos en un país de casi diez millones de habitantes).
Por consiguiente, los campesinos van a pasar a una fase ofensiva o defensiva conocida como éxodo rural, es decir que ellos saldrán de su provincia/campo/aldea en busca de una mejor vida pagada a 200 gourdes en la Capital.
A diferencia del año pasado el retorno a las clases será sumamente penoso este año para los padres que no sabrán de que santo hacerse devotos para enviar a sus hijos a la escuela.
También por consiguiente el país va conocer esta maldición despiadada que es el desempleo.
La Primer Ministro quizás va a dejar sus funciones sin dar los 200,000 (puestos de) trabajos que ella había prometido y que las personas tanto han esperado en fecha convenida.
Entonces la vida que usted ve hoy tan abordable será tan cara que los obreros optarán por intercambiar los 200 gourdes de los políticos locos contra el dinerito calculado por los jefes unidos.
En fin, un infortunio no llega solo, siempre viene acompañado de dos o hasta tres infortunios en la vida incluso, tal vez uno de los jefes no será candidato en 2010 ya que probablemente habrá cerrado su tienda para ir a acampar en un país lejano que se llama Camboya, dónde los obreros cuestan menos comparado a aquí.
Una ley habrá sido por consiguiente suficiente para que los jefes grandes de Haití Tomás (Como le llaman cariñosamente a Haiti/Equivalente de Santo Domingo De Guzmán), cuya reputación ya no es hacer, nosotros estamos no obstante en 2009, es más bien hacerse centinelas de la ciudad adorada y se servirse de sus plumas/bolígrafos para anunciar malos augurios.
¿Han ignorado estos sabios que nosotros, haitianos, hemos agotado el contenido de la caja de Pandora y que para nosotros, todo lo que tenía que ocurrir ya ocurrió?
Definitivamente el Dios de los industriales es un maestro encantador visto el poder que tiene de hacer que luego de querer votar una ley que dice de pagar 200 gourdes (menos de $5 dólares americanos) a un ser humano después de un día de ocho (8) horas de trabajo pesado, los ricos de uno de los países más pobres del planeta advierten contra la pobreza.
Entonces, los más excitados dirían sin una pizca de humor: "¡Esas personas confunden a los hijos de Dios con patos salvajes!... ¡No se trata de los mismos que hacen pagar los mínimos servicios de tal manera que nunca pierden la tasa de cambio, sin tener en cuenta nada más que la tasa de cambio¡… Negarían ellos hoy a un compatriota el derecho a un sueldo decente digno de un ser humano!... ¡Entonces allí, si los jefes viven del sudor de su frente, es necesario concluir que los obreros no tengan una frente!... ¡O, si ellos tienen una frente, la frente de los obreros no tiene sudor!... ¡Y, para suponer que los obreros tienen una frente y que ellos transpiran como sus jefes, para ellos, estos pobres, solo sudan de a gotitas!”.
De hecho, siempre supe que la explotación aprovecha al explotador, pero nunca se ha dicho que sea provechosa para el explotado. La lógica que ve en la ley del salario mínimo un estorbo para la creación de trabajos, se puede ver claramente la voluntad de una cierta élite de mi país darse como vocación de explicarle al pueblo la virtud social de la explotación. ¿Si el principio de la creación de empleo es el sueldo bajo, porque no hay en Haití muchos empleos con 70 gourdes de salario mínimo por día?... ¿Por qué no proponer el salario mas bajo posible?... ¿En vez de generar tanto debate?... ¡En La metodología del fácil es ayudar, uno podría coger sin mucho esfuerzo los obreros potenciales en la calle y enviarles a trabajar!... ¿Y poco a poco, por qué no regresar al tiempo bendito de la colonización y la esclavitud? Hubiésemos ganado con coherencia. Porque en verdad, según la opinión de nuestros jefes y sus economistas, trabajar es para el obrero, solamente pena y desencanto como recompensa.
Evidentemente, no hay nada más normal para un jefe que convocar todos los argumentos, todos los artificios, todos los dioses, todas las maldiciones, para no suscribir el aumento del sueldo de un obrero. Uno sabe que la única verdad que cuenta en esos casos es la que no se dice, la verdad de la ganancia.
Justamente, lo han dicho en medias palabras mientras proponen, un ajuste del sueldo "conveniente y progresivo”. Así, cuando un obrero haitiano venga a cobrar 200 gourdes por día esta suma habrá perdido uno o incluso dos ceros de su valor ¡Inteligente que, no!
Lo que no entiendo es que los argumentos de los jefes no hayan levantado una gran ola de indignación de parte de aquéllas y aquéllos que están en el otro lado de la balanza de repartición de riquezas: los pobres de este país. Los periodistas. Los maestros. Los artistas. Los deportistas.
Los estudiantes. Los funcionarios y sigo contando… ¿Nos preguntamos dónde se habrán metido estas señoras y señores que tienen como profesión el reagruparse para negarse a aceptar lo inaceptable?... ¿Dónde están los reportajes que informarán sobre el salario y la vida de un industrial?... ¿Veremos en nuestras pantallas documentales sobre la vida de los obreros?...
¿Quién me hablará de las condiciones de vida del niño/hijo de un obrero?... ¿Además, y dónde están los obreros?... ¿Por qué no hacerlos hablar?
Como se hace en las columnas de Le Nouvelliste para aquel empleado del SONAPI (Sociedad Nacional de parques Industriales) quien dijo esta frase la cual se siente llena de veracidad “con los 200 gourdes por día, yo tendré por lo menos para darles que comer y a alimentar dignamente a mi pequeña familia”.
"Uno reconoce la naturaleza de un gobierno según las orientaciones y de su actitud hacia las clases menesterosas”, escribió a Raoul Altidor en marzo pasado. Yo, en lugar de gobierno yo pondría sociedad… Y yo vería que no hace mucho todo un sector llamado cultural se levanto como un hombre para defender a una mujer de los políticos, que se nos presentaban cubiertos de misioneros, acusando a todo pulmón que solo viven de la gracia de Dios y de la naturaleza. Uno había hablado del derecho a la vida privada, del placer y del goce.
¿Quién ha puesto hoy en causa el derecho a la dignidad de los obreros haitianos públicamente, quien ha hablado de derecho del trabajo, la justa remuneración y el bienestar? Mis amigos que duermen con sus plumas/boligrafos, que estais listos para firmar peticiones de la mínima anécdota, dejaréis solos a los obreros haitianos con sus jefes y sus economistas?