Sígueme en Twiiter

domingo, 24 de julio de 2016

No quiero un príncipe


En estos últimos meses, me han estado haciendo mucho esta pregunta: ¿eres casada? Y cuando la respuesta es negativa, proceden a hacerme la segunda ¿pero, tienes novio? Respondo de igual manera indicando que estoy, obviamente, soltera.

¿Pero cómo es posible que una mujer como tú, esté soltera? Tranquila, respondo: estoy soltera hace más de un año, tuve una relación muy larga y entiendo que es un momento para estar conmigo misma.

El problema de los patrones culturales, sobre todo el de mi país, es que hay una generación que entiende que si llegas a determinada edad, cuando pasas de los 30, debes estar casada y con hijos, porque si no, se preparan para bombardearte y etiquetarte.

Sí, estoy soltera, pero en el contexto actual es mejor que estar con alguien y sentir que no tienes a nadie como recitaba Robin Williams: “Solía pensar, que la peor cosa en la vida era terminar solo. No lo es. Lo peor de la vida es terminar con alguien que te hace sentir solo”.   ¡Cuánta razón!

No creo en la frase “un clavo saca a otro clavo”. Las rupturas deben darse su tiempo. Necesitamos atravesar el duelo y sanarnos hasta que estemos listos para recibir algo nuevo, con sus defectos y virtudes, pero centrados en el objetivo de amarnos a nosotros mismos y no desangrarnos por otro, porque al final esto espanta hasta a quien recibe esa sobrecarga de “amor” disfrazada de complejos y frustraciones.

A muchos, puede parecerle extraño que esté soltera, y peor…  que rechace peticiones, pero estoy en una etapa de mi vida en la que aprendo a crecer con lecciones ya aprendidas, claro, con mis altas y mis bajas porque soy humana y de vez en cuando afloran debilidades, pero asumiendo las consecuencias y sin dejar que eso me afecte.

La mayoría de las mujeres está en busca de un príncipe azul. Yo no. Quiero un ser humano de carne y hueso, que sepa que habrá momentos difíciles que superar, pero que no se acobarde cuando estos lleguen y lo enfrentemos.

Muchas hasta lo idealizan, y asumen que quien está en sus vidas, es lo mejor que les ha pasado, por eso el golpe es demoledor cuando se caen de porrazo ante el descubrimiento de que no era así. He aquí el error, porque cuando como humanos actuamos, estamos expuestos a lastimar, a veces hasta involuntariamente, y nada peor que en determinado momento el telón baje y veas que ese… al que creías un príncipe, nunca lo fue.

Es entonces cuando  viene el shock y se suma a eso la frustración. Salir de ahí requerirá tiempo y ayuda, porque solo no se puede. Hará falta quien nos diga si es necesario a gritos, que estamos equivocadas y que tenemos que “amarnos” y dejar de centrar todas nuestras fuerzas en algo que no tiene remedio.

Una vez escribí sobre la necesidad de amar y ser amado, y del peligro que esto conlleva, porque nos perdemos a nosotros mismos buscando algo que está bajo nuestros pies y no más allá de ellos: amarnos en primer orden y darnos nosotros mismos lo que reclamamos a otros.

No quiero un príncipe azul, quiero un amigo, un compañero, y por qué no un esposo. En este momento no creo que sea posible, porque no sé si esté preparada, pero tampoco lo descarto ni me cierro. Para que eso ocurra debe haber un plan a corto o mediano plazo, basado en algo que se ha perdido en la mayoría: honestidad, valores, principios y lealtad.

No quiero un príncipe, quiero a alguien que sepa que se equivocará en algún momento, pero que lo admita y se disculpe cuando lo razone.

No quiero un príncipe, quiero un ser humano que ría, que llore, que ame y que prefiera la verdad ante la mentira; que prefiera escuchar y también hablar; que prefiera asumir que la palabra hombre en algunas culturas se distorsiona en detrimento de la pareja; que le importe más hacer feliz a una que a muchas, porque la realidad es que cuando el cuerpo y las energías se reparten en muchas o muchos, se pierde  calidad en lo que se entrega y en la entrega misma; y que si a caso falla, lo admita y crezcamos sobre el error.

Los príncipes son ideales inventados que no nos dejan ver que el tema “pareja” viene con el combo, y ese paquete trae risas, alegrías, pero también lágrimas y momentos de dolor, pero cuando se crece asumiendo todo eso, la unión es tan sólida que se entenderá lo importante de amar en cada momento y no angustiarse pensando en lo que pueda estar haciendo o no el otro cuando no está en nuestro espacio.

Ese es otro error: no amar en libertad. Por eso, no quiero príncipes que quieran salvarme porque me estarían aniquilando. Quiero un ser humano que me ayude a volar y a emprender.

Al final del camino, es hermoso cuando hemos llegado con el pelo blanco, sin rencores en el alma y los sinsabores perdonados, porque la autenticidad del amor, se fundamenta en dejar ser, pero sin perder la noción de que el amor, es un negocio, una empresa en donde dos tienen que negociar para moldear las cosas que nos gustan y las que no. Es una complicidad, porque tampoco somos locos.