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lunes, 13 de diciembre de 2010

FACHADAS…


Todos tenemos una, desde el ama de casa hasta la mujer que trabaja fuera de ella; desde el hombre fuerte, hasta ese que parece tan débil; desde el niño miedoso hasta aquel que amedrenta a sus compañeros y los asusta; incluso hasta algunos de quienes jamás dudaríamos y en quienes a veces en momentos de vacío existencial nos apoyamos… sí, esos que dicen ser siervos de Dios y que han creado una imagen que no dicta lo que realmente son.

¿Pero por qué llevar una doble o triple vida si es incluso hasta difícil vivir una sola? La respuesta puede conducirnos a muchos lugares: El aprendizaje erróneo de ver las cosas a través de los demás, de vestirnos para otros, de satisfacer a terceros… hasta el punto de partirnos en dos y ser lo que en esencia no somos ni deseamos.

¿Y de quién es la culpa? De nuestros padres o abuelos; de los tíos o primos; de los hermanos o amigos; o quizás de los vecinos…en fin, alguien o algo nos condujo a creer que el patrón de vida de otra persona era el que debíamos seguir, aunque quisiéramos otra cosa.

La sociedad impone unos cánones conductuales de competitividad que nos hace creer que viendo lo que tiene el otro, deseando cosas del prójimo, pisoteando al que asumimos que es inferior, nos convertirá en seres especiales, populares y respetables dentro del circulo social en el que logremos desenvolvernos… y eso, según lo que hemos aprendido: ES LO QUE CUENTA.

Pero qué pasa cuando llega un momento…y LLEGARÁ, en el que sientes que nada te hace sentir bien, que necesitas más de lo que has adquirido; qué pasa cuando descubres que el diagnóstico que apunta hacia tu estado emocional te indica que lo que sucede es que no estás haciendo lo que realmente deseabas hacer… pues PASA ALGO IMPORTANTE, has empezado a mirar lo que te importa a TI, y no a otros… Y ESTE ES UN GRAN PASO para tirar esa pose de diplomacia extrema y empezar a ser auténticos.



Un Abrazo,



AMR

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